Historia
Para comprender la evolución del regadío en Silla hay que explicar cómo se organizaba el espacio antes de la conquista cristiana. En primer lugar tenemos l’Alkairya, entendida como el núcleo poblacional más importante, dotado con un sistema de producción industrial (almáceras, hornos y molinos), elementos defensivos y edificios que acogen los centros administrativos y religiosos. En el caso de Silla, los habitantes se ubicaban alrededor de la torre y, diseminados por el término, estaban los ràfols que agrupaban terrenos particulares de un clan tribal. Se tienen documentados cuatro: Ladea, Abencostal, Abinsalvo y l’Alkudya de Cilla, coincidiendo con los ullales, imprescindibles para el regadío y el pastoreo. Eran tierras de calidad, las cuales se extendían alrededor de una alquería.
El agua era el elemento natural más preciado entre los musulmanes y el regadío se integraba en la cultura islámica, una característica que obligaba a situar los ràfols cerca del marjal, posiblemente sobre antiguos asentamientos romanos en la zona de L’Alteró, el Port, la Torreta y la Bega, como así confirman los restos arqueológicos. El resto de terrenos eran comunales, cómo la Mubaha, un espacio compartido por la comunidad de la alquería, que no podía ser repartido y adjudicado sin el acuerdo mayoritario. También estaban dedicados al aprovechamiento colectivo las cosechas de secano, el pastoreo para la ganadería, la recogida de fruta silvestre, la cacería, la leña, los hornos de cal, etc. Eso implica que cuando los cristianos conquistaron Silla en 1238, existía una óptima organización agraria y un uso reglamentario del agua.

En abril de 1770, en Alberic, se aprobó el llamado Plan de obras para llevar las aguas del Proyecto al término de Silla trazado por los peritos de la Comisión D. Francisco Aparisi y D. Josep Cervera.
En el siglo XIV predominaron los productos de huerta y comenzaron a aparecer la producción de arroz y vino. La producción de vino cobró importancia durante el siglo XVI.
En el siglo XVII el paisaje agrario cambió como consecuencia de la sequía, las epidemias de peste bubónica y las fiebres transmitidas por los mosquitos que habitaban el agua estancada de los arrozales. Ello provocó una fuerte crisis económica y social que se manifestó en una caída demográfica.
A mediados del siglo XVIII empezó a recuperarse la demografía y el cultivo del arroz fue un objetivo de los inversores de la capital. A finales del siglo XVIII llegó el agua de la Acequia Real del Júcar. En abril de 1770, en Alberic, se aprobó el llamado Plan de obras para llevar las aguas del Proyecto al término de Silla trazado por los peritos de la Comisión D. Francisco Aparisi y D. Josep Cervera. En el término de Silla, una vez que fue trazado el recorrido del canal, se comenzó a desmontar las tierras en 1780. En 1786 se realizaron las obras de continuación del Brazal nº5, llamado de Silla, y en julio de ese mismo año se construyó otro brazal en dirección oeste. Las obras continuaron hasta 1788, dotando al término de Silla de la infraestructura hidráulica necesaria para el riego.
Parece que la recuperación económica y agrícola era evidente, así lo explicaba el botánico Cavanilles cuando visitó Silla en 1796:
“El secano, que seis años hace era dilatado, se va reduciendo por beneficio de las aguas que llegan ahora por la Acequia del Rey, y vemos ya convertidos en huertas muchos campos donde antes crecían palmitos y xaras; y otros, abandonados por inútiles, dan excelente arroz”.
El documento más esclarecedor fue el utilizado por el Duque de Híjar, en el año 1812, donde ya aparecían 19.030 hanegadas cultivadas. Eso suponía que, en 35 años, se había duplicado la superficie útil y la cantidad de propietarios, muchos de ellos forasteros de alrededor.
Otro elemento asociado a la recuperación fue la construcción de molinos hidráulicos. El Duque de Híjar fue el promotor del primer gran molino de Silla, el Molí de l´Algudor, que posteriormente se denominaría Molí de Forés y Molí de les Xiques. En 1856 su propietario Manuel Forés instaló un generador de electricidad en el salto de agua que suministró la primera energía eléctrica que llegó a la plaza de Silla.
A mediados de 1960 el paisaje empezó a cambiar, primero por la implantación de las primeras industrias y el crecimiento urbano que ello comportaba. Fue entonces cuando la Acequia Real del Júcar empezó a cubrir, desviar y canalizar el agua en la zona residencial en continua expansión, como ocurrió con la acequia del Toll.
Lo mismo sucedió con los polígonos industriales, donde se tenían que compaginar los circuitos de riego con los desagües de las fábricas, sin olvidar los problemas de grandes infraestructuras viarias que alteraron traumáticamente el término, como el desvío del ferrocarril de Gandía, el By-Pass y, posteriormente, el AVE. Todo ello requería de un gran esfuerzo y un perfecto conocimiento del territorio, el parcelario y planimetría, identificando el terreno que correspondía a la Acequia Real del Júcar en cada nueva urbanización. Esto fue posible a la dedicación constante y meticulosa de muchas personas que defendieron los intereses de la Acequia Real del Júcar y los agricultores como una cosa propia.